sábado, 23 de noviembre de 2024

La tierra imaginada (soñada, padecida, relatada)

La cuestión de la tierra en Bahía Blanca no es solo una cuestión catastral. 


Francisco Pablo de Salvo,  En el país del diablo, 1936


Américo De Luca,  Ciudad de pampa y mar, 1949;  Tierra blanca, 1950; y Tierra del diablo (Huecuvu Mapu), 1954.


Domingo Pronsato, Luces de mi tierra, 1954





sábado, 16 de noviembre de 2024

¿Qué se puede ver y hacer en el Museo y Archivo Histórico de Bahía Blanca?

Aquí, en el Museo Histórico, la memoria y la historia de la ciudad se entrelazan.

Se puede

conocer el "Hotel de Inmigrantes", construido en 1891, una de las construcciones más antiguas de la ciudad, con su jardín, sus galerías, y sus inmensas salas.

Y, además, recorrer las dos muestras (recientemente inauguradas):

En la primera, “Atando Cabos”, objetos emblemáticos de nuestro patrimonio, otros - tal vez, inesperados - junto con fotografías y textos, conforman una serie de "islas" o "nudos, con forma de pregunta", acerca de las principales cuestiones que atraviesan y constituyen la historia y el presente de nuestra ciudad: la tierra, la población, el poder y la política, el trabajo, el comercio y la industria, la sociabilidad, la conexión con el país y el mundo... ¿Cómo se pueden desenredar, para tratar de comprenderlos? ¿Cómo se pueden conectar unos con otros?


En la otra, “El museo del museo”, se propone un recorrido por los diferentes modos en que el propio museo, desde su constitución en la década del 40, ha contado la historia de la ciudad,  ¿Por qué unos determinados objetos, y no otros, se han convertido en “patrimonio”?

¡Los esperamos!

lunes, 11 de noviembre de 2024

"En campaña" (1896)


DE LA BIBLIOTECA DEL MAHBB
"En Campaña", 1896
En la biblioteca del Museo Histórico hay un ejemplar del libro "En campaña: recuerdos de la movilización", de José Luis Murature, editado en el año 1896.
Y la campaña a la que se refiere es la movilización de 8 mil jóvenes de 20 años hacia las sierras de Cura Malal, cercanas a Pigüé, es decir la "primera conscripción" de ciudadanos en nuestro país. Ante una posible guerra con Chile. el 23 de noviembre de 1895 tuvo lugar el llamado y el 12 de marzo de 1896 y durante dos meses el entrenamiento militar. Si bien se desarrolló en distintos campamentos en varios lugares del país, en Pigüé se concentró el mayor número de conscriptos.
El texto cuenta sobre la concentración de tropas, el viaje en ferrocarril hasta Pigüé, y el establecimiento del campamento en las sierras de Cura Malal. Uno de los bancos del coche del tren en que fueron trasladados los soldados a las sierras forma parte del patrimonio del Museo y Archivo Histórico.
Pablo De Beistegui



 

domingo, 10 de noviembre de 2024

¿Y los gauchos, dónde están?

Ya en 1890 el periodista Roberto J. Payró se preguntaba, en un articulo publicado en su diario La Tribuna: ¿Dónde están los gauchos? ¿Quiénes son? 

Y reflexiona -lógicamente con el vocabulario y el marco teórico de su tiempo (raza, teoría seleccionista, civilización) - sobre el carácter siempre dinámico de la población de nuestra zona, y la forma en que se construyen en el imaginario común esos modelos e imágenes que de todos modos, nos identifican y nos constituyen.

¡Buena lectura!




La Tribuna, 3 de diciembre de 1890


"Nuestro pueblo

EL GAUCHO SE EXTINGUE

Con motivo de la elección del domingo hemos visto en Bahía Blanca una crecida parte de la población de nuestra campaña y naturalmente a nadie habrá escapado una observación que vamos a consignar, no sabemos si complacidos o apesarados, sobre el aspecto que presentaba una masa de gente en cierto modo ajena a nuestra vida.

Tal observación es la de que el hombre que en esta época ocupa el lugar del legendario gaucho dista tanto de ese genuino tipo criollo como distaba él mismo del indio, es decir del indígena de estas tierras, por nosotros desposeído de su antiguo dominio en nombre de la civilización que suele abusar a las veces del poder que tiene en mano.

En efecto, el tipo cantado por nuestros antiguos poetas y al que en nuestros días Obligado ha hecho tan tiernas y pintorescas estrofas va viviendo solo en el recuerdo de los que le vieron en otros tiempos, sobre el indómito corcel, a la sombra hospitalaria del ombú.

 * * *

¿El gaucho se va?

En vamos hemos buscado el domingo entre la abigarrada muchedumbre los rasgos fieros e inteligentes de Lázaro, de Santos Vega, de Martín Fierro.

Nada hemos podido encontrar que se asemeje a lo que ya pasó a la leyenda, ni el semblante noble ni la frase pintoresca ni el traje peculiar, elegante en su misma originalidad semisalvaje.

Nuestro pueblo sufre una evolución de la que no escapa la campaña misma, y ni aún el tipo indígena se conserva puro, pues ya se notan en él las tendencias cambio lógico que ha de sufrir, según la teoría seleccionista, hasta que se produzca el nuevo tipo que ha de ocupar el lugar de los demás, amalgamados por la obligada mezcla de las razas.

Equivocadamente buscaría el extranjero en toda la provincia de Buenos Aires el gaucho, héroe de tantas tragedias y víctima de tantas vejaciones. En vano, porque ha desaparecido con la rapidez de un meteoro, casi sin transición, como si una mano oculta hubiese dado muerte simultanea a la raza entera. Lo buscaría y no lo hallaría sino en alguna que otra vieja estampa, guardada por curiosidad y amarillenta, ya por el paso de los años. NO lo vería, al natural, arrogante, erguido, despreciativo, dueño y señor de la Pampa, hospitalario como un patriarca, guerrero como un árabe, generoso como un rey, enamorado como un caballero andante. El gaucho se ha ido.

  * * *

¿Será que la poesía se concluye con este siglo XIX y que desaparece conjuntamente con él todo lo que, despertando la imaginación arrastraba al hombre fuera del prosaico positivismo? ¿Será que va realizándose poco a poco la farsa de que Tartarín fue víctima, cuando se le hizo creer que en los Alpes no había ya ni peligro ni poesía, y que todo estaba hecho por la mano del hombre -ventisqueros, grietas, abismos, como una inmensa decoración de teatro?

Puede ser, pero no es menos cierto que vemos con un sentimiento de verdadero pesar que ha muerto ya ese tipo tan genuino tan nuestro, para ceder el puesto a otros seres más civilizados, pero menos interesantes, menos instruidos, pero menos nobles, más activos, pero menos útiles….

Ya el payador no existe sino en la memoria de los viejos, y suele acontecer que, al ver cruzar por la llanura en potro indómito a un domador con la cabeza descubierta y la melena al viento, cuando sele busca en la creencia de encontrar un ejemplar de la raza desaparecida, encuéntrase el hombre de las ciudades con un rubio extranjero que apenas sabe reunir dos palabras en la lengua de Santos Vega.

  * * *

La civilización cunde y arrebata o arroja al suelo todo cuando la estorba.

La sencillez del gaucho la incomodaba en su archa de torrente y el gaucho ha desaparecido casi sin dejar huellas. En su lugar ha brotado un engendro de transición, mitad gaucho, mitad compadrito ciudadano que tiene todos los vicios del segundo y ninguna de las virtudes del primero.

Este desaparecerá, tiene que desaparecer porque no es más que un tipo momentáneo, un sustituto, un eslabón en la cadena. ¿Quién ocupará su lugar?

* * *

Por otra parte, no hay que extrañar sobremanera esta desaparición consumada ya, por cuando el gaucho constituía también no una raza particular sino pura y simplemente una familia híbrida, producto de las razas europea e indígena, razón por la cual en él se veía junto a ciertas tendencias y costumbres andaluzas y algunos rasgos fisionómicos de igual procedencia, muchas afinidades con el indio argentino, variables según el lugar de nacimiento.

Sin embargo, a pesar de que esta nueva evolución sea hecha en nombre y por la civilización humana, a pesar de que ella acuse un progreso, no hemos podido menos que experimentar verdadera pena al buscar el domingo vanamente entre los cientos de paisanos que pululaban en las calles de Bahía Blanca el gaucho de la leyenda, el gaucho soldado, el gaucho víctima de jueces y comandantes militares…

Todo pasa: a él le ha tocado pasar también y para siempre.

Pero no morirá, porque su tipo está fotografiado en páginas inmortales, esculpidas por la pluma de los Echeverría, los Gutiérrez, los Ascasubi, los del Campo, los Obligado y tantos otros poetas que son nuestros, genuinamente nuestros, y que nadie nos quietará, como no nos quitará tampoco al gaucho que siempre vivir en el recuerdo.

JG"

La Tribuna, 3 de diciembre de 1890

(J.G. son las iniciales de Julian Gray, uno de los seudónimos de Roberto J. Payró)