El surgimiento del Museo Histórico como iniciativa de Antonio Crespi Valls, coleccionista
estudiado por Maria Alejandra Pupio en este artículo:
(aquí algunos parrafos para tenerlos a mano)
Antonio Crespi Valls Nació en Palmas de Mallorca el 16 de enero de 1892. Casado con Elisa Dominga Anselmi el 3 de febrero de 1930, sin hijos. Argentino nacionalizado. Murió el 4 de febrero de 1959. Realizó sus estudios en Argentina, completando la escuela secundaria. Periodista. Escribió en periódicos locales hasta que accedió a la Dirección del Museo Histórico el 16 de enero de 1951 hasta su muerte.
Durante los gobiernos peronistas de Domingo Mercante (1946-1951) y Carlos Vicente Aloe (1951-1955) se promovió la creación de museos y una política centralizada en su manejo, ya que se los consideraba como instituciones pedagógicas cuyas acciones, al igual que la educación, debían ser minuciosamente planificadas en el contexto de una política cultural del estado.
Primer ‘Reglamento General para los museos históricos provinciales’en 1953. Centralizacion e institucionalización.
a partir de 1950, los coleccionistas eligieron distintas estrategias para hacer públicas sus colecciones, siempre cuidando sostener su liderazgo en esa decisión.
El museo de Bahía Blanca fue creado como Museo y Archivo Histórico Municipal en 1943 dentro de la estructura administrativa municipal. Esta institución, que surgió con las secciones de arqueología, historia, etnografía, antropología y cartografía, abrió al público el 29 de octubre de 1951 como Museo Histórico y en 1955 pasó a denominarse Museo Histórico y de Ciencias Naturales debido a la relevancia que cobraron las colecciones paleontológica, mineralógica, botánica y zoológica (Arecco, 1955). Antonio Crespi Valls fue nombrado conservador de la institución creada en 1943 y luego director en 1951, cargo que ocupó hasta su muerte el 4 de febrero de 1959. Tanto en el caso de la creación como de la apertura al público, se manifestaba la necesidad de contar con una institución de estas características como política de estado municipal. Tal como señaló Antonio Crespi Valls en el discurso inaugural del Museo, estas instituciones debían ser protegidas por la comunidad en su conjunto: Toca a todos nosotros engrandecerlos y cuidarlos. Nadie puede desentenderse de hacerlo por despreocupación o por ignorancia. La historia atañe por igual a quienes ya fueron y a los que ahora somos. Aquel que niega la historia se niega a sí mismo. Nosotros no somos más que los continuadores del ayer, que estamos trabajando hoy, esperando que el mañana nos convierta, también en Historia (Boletín Municipal, 1951, p. 12.084)
tegrados por colecciones arqueológicas, faunísticas, florísticas, mineralógicas y objetos históricos (entre ellos documentos, fotografías y vestimentas), estos últimos pertenecientes a los primeros pobladores de la localidad. Este conjunto de objetos, aunque parece representar una miscelánea desordenada, muestra, por el contrario, una visión organizada del mundo físico y social externo. Como toda colección de museo, las aquí analizadas han sido recolectadas con algúngrado de intención, lo que transformó parte del mundo natural y social en un objeto y una pieza de museo. El concepto que integraba esta diversidad era lo regional, el territorio era la unidad que se encerraba en el museo, y todo lo tradicional que integraba ese territorio tenía lugar en esos edificios. Las colecciones reunidas tenían como objetivo ser la representación totalizadora de la región, exhibidas de acuerdo a un tipo de narrativa visual expresada en secuencias de objetos que mostraban esta cosmovisión. De acuerdo a esto, los materiales a través su puesta en escena enseñaban la historia local, legitimando tanto un sistema de creencias como de prácticas profesionales – las de los coleccionistas. Las colecciones históricas y arqueológicas, aunque relataban el pasado regional, poseían características distintivas que las colocaban.en una esfera distinta de obtención y posesión.
Las primeras pertenecían al dominio estrictamente local y representaban lo típico que cada museo poseía, cada objeto histórico remitía a un propietario, había pertenecido a algún ciudadano ‘destacado’ de la ciudad, y una vez ingresado al museo seguía manteniendo su relación de pertenencia: la biblioteca del primer médico, el instrumental de la primera partera. Eran en este sentido objetos únicos e irrepetibles y aunque ingresaran al museo en propiedad, la actitud que tomaba la institución era de custodia. Por otro lado, no eran objeto de intercambio y/u obsequio.
En cambio, las colecciones arqueológicas pertenecían a una escala más amplia territorialmente que los límites de la ciudad y daban cuenta de un pasado regional cuyo sujeto histórico estaba caracterizado genéricamente como ‘grupos indígenas de la región’, sin considerar la dimensión temporal e histórica que este material representaba. Estos objetos sin ‘dueños’ pasaron a ser ‘propiedad’ del coleccionista, y en un gesto extremo de dominio sobre el conjunto de los objetos, Crespi Valls colocaba su sello (COLECCIÓN ANTONIO CRESPI VALLS) a todos los objetos recolectados por él, convirtiéndose en su dueño. Estas diferencias producían estrategias diferentes de obtención. Mientras los objetos históricos eran adquiridos mediante cesión de su propietario anterior, los arqueológicos eran poseídos a través de distintas estrategias.
Las colecciones arqueológicas fundamentalmente tenían su origen en la recolección de campo. Los objetos repetidos, siempre presentes en las colecciones arqueológicas, permitieron dos nuevas estrategias de obtención una vez convertidas en piezas de museo: el obsequio y/o intercambio personal e institucional.
otro mecanismo para ingreso de piezas al museo: la donación de particulares que incluía una lista de objetos de diversa naturaleza con el objetivo de ser exhibido.
Para que el sistema de donaciones funcionara permanentemente, Crespi Valls generó una red de donantes a través de la Comisión Honoraria “Amigos del Museo” del Museo Histórico. El sistema de donaciones ya estaba previsto en la ordenanza de creación del museo (6 de abril de 1943) que establecía un sistema de compensación a los donantes que prestaban colaboración. El Poder Ejecutivo les entregaría los siguientes diplomas: Miembros correspondientes, a los estudiosos residentes en el país o en el extranjero que se destacaran mediante publicaciones, estudios especiales o hubieran colaborado en la selección y ordenación de piezas y documentos de pertenencia del instituto; Miembros Honorarios, a los donantes de colecciones completas y de mucha importancia; Miembros Colaboradores, a los donantes de piezas y documentos sueltos (Municipalidad de Bahía Blanca, 1943). Cuando el museo abrió sus puertas, este sistema fue simplificado y así la Comisión de Amigos quedó integrada por Miembros de Número, residentes en la ciudad, y Miembros Corresponsales para los colaboradores radicados fuera de la ciudad. Isaac Schatzky fue designado, en 1951, Miembro Corresponsal del Museo por el Intendente Municipal Ing. Norberto Arecco, lo cual servía para ser presentado para facilitar las investigaciones arqueológicas.
Las colecciones arqueológicas, junto con las de ciencias naturales e históricas, tuvieron su origen en el ámbito estrictamente privado, recolectadas por coleccionistas/autodidactas, quienes utilizaban su tiempo libre y subsidiaban la tarea con otros empleos. En todos los casos, los coleccionistas manifestaron la necesidad de ceder sus colecciones para crear museos – tanto de propiedad privada como estatal – para poner en escena para la comunidad de origen un conjunto de bienes que daban cuenta del pasado geológico, arqueológico e histórico de la localidad. Al mismo tiempo que las colecciones se hacían públicas, los coleccionistas se convirtieron en sus responsables en el rol de directores de las nuevas instituciones como muestra del prestigio que les confería la colección, en prueba de su curiosidad, empeño y generosidad, ya que eran portadores de un conocimiento poco habitual, pero que servía al bien común
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