sábado, 22 de marzo de 2025

1884 MARZO: LA INUNDACION, SEGUN LAS MEMORIAS DE JOAQUIN ESANDI

 


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En abril 25 de 1884 fue oficialmente inaugurada la vía ofreciéndonos comunicación con la metrópoli. Daré otro dato interesante relacionado con la fecha. Hacía tiempo que nos estaba molestando una seca muy fuerte. Recuerdo que el 22 de marzo di por terminado un trabajo en el campo, regresando en el mismo día a mi hogar; ¡suerte fue la mía! Por la tarde rompió a llover. El 23 siguió lloviendo fuerte aquí en el local. Pero en las sierras cayó una tromba de agua. Hubo testigo ocular que vio en los cerros del Napostá hasta un palmo de agua, al extremo de exterminar a las vizcachas. Crecieron las aguas del Napostá y el Maldonado de forma tal que desde entonces no han crecido tanto. Nuestras calles eran río y ya fuera del pueblo parecía un mar.

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Dejó de llover, pero las aguas crecían. Hubo dos ahogados en la creciente, amén de otros sustos sin consecuencia. Los habitantes de la parte más bajan, auxiliados por la policía buscaron refugio en la parte alta. Mi casa se componía de dos piezas y cocina, lo suficiente para mi familia. Pues en aquella memorable noche nos albergamos 31 personas. Estas al llegar repetían la frase de dispensa “Dispense Don José o María.” Yo me hallaba satisfecho de poder hacer el bien. También fue motivo de la creciente una marejada terrible que subió hasta la altura en que hoy están los rieles. Esta altura fue tomada para base de la altura de las mareas.

Esta marejada dio motivos a la lentitud en la bajada de las aguas, permaneciendo estas con poco descenso todo el día 24 de marzo. Entre la estación y el arroyo, la corriente arrastró un trecho de 150 metros de vías. Así hubo un desglose de agua para la población.

D. Domingo Pronsato, antiguo expedicionario y colono del coronel Olivieri, hombre activo en el comercio, habiendo adquirido un pasar modesto, se retiró a su chacra en las márgenes del Maldonado. En modesta casa vivía con la esposa y otros miembros de la familia. El día 23 ya citado Doña Rosa, la esposa de este, mujer de santa memoria, se hallaba en el pueblo y decidió marcharse a su chacra. Enfrente a la población hay una pequeña isla con varios árboles frutales plantados por Don Domingo. Doña Rosa pasó bien la primera parte del arroyo y antes de llegar a la segunda parte, la sorprendió una avalancha de agua tal que con las ansias de la muerte, logró alcanzar una planta y subirse a ella. Alos gritos de esta se alarmó el esposo y el resto de la familia. No tengo presente de qué modo le salvaron la vida.

Fue tan grande la creciente que varias parvas de alfalfa que había en el valle fueron llevadas or el agua, como una nave y bajaban boyando aguas abajo, destruyendo a su paso árboles y alambrados. Aconteció lo propio en el rio Sauce Grande y el Sauce Chico. El uno y el otro arrastraron majadas enteras que cubrieron las aguas. En el primero se ahogó un paisano mío Larrea, puestero. Estos arroyos, en sus valles tienen sitios traicioneros. Cuando las aguas son normales, los valles se prestan para la agricultura y la ganadería, faenas a que se dedica mucha gente inexperta. Confían en los centros de los valles, creyendo estar seguros por las aguas y

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Cuando estas molestan en los centros sucede que no hay salidas. Hay “bajitos” o ríos muertos que son el peligro perenne del inexperto.

Contaba Bernabé Conget que estando en su habitación vieron llegar tanta avalancha de agua que hasta empezó a entrar en la casa. Corrieron él y la esposa a otra parte más elevada, al galpón, llevando algo en sus manos para que no se mojara. Al punto volvió a la pieza ya con buena altura de agua. Al entrar en ella vio al gato regalón montado sobre los objetos que boyaban en actitud de estar cazando. “Con sorpresa vi un culebrón que intentaba ponerse a salvo. Cobré tanto espanto por temor no solo de esta sino por otras que podían llegar y molestarme.”

En la planta urbana del pueblo no hubo derrumbes que yo recuerde.

En la época de estas crecientes y lluvias abundantes nos vimos molestados por estas. En la época de la fundación del pueblo a los pobladores les fue fácil y barato formar los techos sobre ramas, tablas o ladrillos, tendiendo sobre aquello barro con abundante paja y bien trabajado. Esta forma de trabajo resiste mucho contra el agua, pero a la larga cede y penetra los techos en forma que molesta. NO diga mi lector que los que tales trabajos hacían fueran ignorantes. Es que los de aquellos tiempos no tenían teja Marsellesa la que a mi llegada al país recién se había puesto de moda. El zinc vine a conocerlo en esta. No había un techo para nuestra. Antes de estas aguas se puso en boga el zinc, pero a mi casa llegó la riada del día 23 de marzo en momentos en que no era posible resistir a estar sin él. Llegó el ferro-carril y llegaron los materiales convenientes para la edificación.

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