sábado, 20 de abril de 2024

Marcelina de Las Heras, partera (entrevistada en 1992 por Emma Vila)


En 1992, la profesora Emma Vila (en aquel entonces directora del Museo y Archivo Historico de Bahía Blanca) entrevista a sra. Marcelina de Las Heras (1897-1996), quien ejerció su profesión de partera en la ciudad entre 1920 y 1985. (Edición de video: Alberto Freinquel y Miguel Tomé, abril de 2024)




"En Bahía Blanca llegamos en el año 1907, veníamos de España, de la provincia León. En ese momento estábamos en la casa de unos parientes dispuestos ya para viajar pero para viaja no a la Argentina, a Panamá, pero hubo un accidente, entonces mi padre dijo: nos vamos a la argentina a probar suerte. Primero llegamos a buenos aires, mi padre como inmigrante en un vapor alemán, nuevo, era el primer viaje que hacía, lo echaron a pique en la guerra del 14, un buque hermosísimo. Paramos en la inmigración paramos en lo de Prudencio González Martínez, en buenos aires, la señora se llamaba ventura, vivían en la calle Alsina entre Soler y San Martín. así que nos quedamos ahí hasta que encontramos casa y fuimos a vivir a la calle Fitz Roy, una casa que todavía se conserva, una casa con unas ventanas, todas de barrotes, ya después cuando se acomodaron, era cuando recién empezaban a poner gas, luz eléctrica agua corriente, en esa época el gas era el que alumbraba las callas. 

A mi me mandaron al colegio de las hermanas.

...

Después mi padre se puso una fabrica de licores y de soda, la primera en Bahia Blanca, en calle Angel Brunel mas o menos al 300 donde están las barracas, la firma era Stroeder y De las Heras, y hacían (no entiendo) traían todas las esencias de Alemania. Después de eso mi padre tuvo otras cosas mas se dedicó ya sus tareas

En cuanto a mi hice los grados, estaba estudiando en el colegio normal, me pusieron cuando vine de España un poco lejos., porque nosotros teníamos maestro en casa, nosotros vivíamos en la montaña pero teníamos de todo porque teníamos tren de alambre carril de trocha angosta, entonces paraban frente a casa, era el negocio para la gente que estaba empleada, gente de condición, ingenieros que venían de Alemania, de Francia, entonces mi mama tenía servicio, porque ella tenia a su vez une economato, una cooperativa para los obreros. En una de esas a mi padre no le fue bien y el negocio se acabo. 

Entonces fue cuando yo, que estaba estudiando me fui a ver a Elías Gutiérrez y le dije que yo no quería estudiar más porque mi madre tenia que trabajar porque el dinero no alcanzaba porque mi padre estaba sin trabajo. ¿Qué sabes hacer? y, yo sé sumar, restar, multiplicar, dividir, se calcular, ¿Qué letra tenes? y más o menos, no tan mal, la mejoraré. Y cuanto queres ganar? y yo no se, quiero ayudar en mi casa, que mi madre no trabaje. Y bueno, me tomó, pase unos años ahí. Pero no era posible estar ahí, no se quien me entusiasmó y me fui a la plata a estudiar. Mi hermana ya casa se iba ya con la nena a la plata, parecía que se iba al fin del mundo, me fui con ella. Entonces dije: yo voy a estudiar. Un señor que tenía farmacia allá me dice: por que no estudias. Bueno, yo te voy a preparar. YO no quiero decir nada, le digo, en mi casa en Bahia, no quiero decir nada. voy a pedir el programa y usted me prepara. El me preparó yo no dije nada, di examen ahi, de farmacia. Estudiar farmacia. Una señora que estaba ahí vecina. Para que va a estudiar farmacia? Voy a empezar por lo menos. Esta el examen para estudiar de partera. Deje farmacia, y estudie partera. Y acá estoy. En esa época eran dos años. con practica. En Bahia vine en 1920. A mi me becó, como no tenía posibilidades, yo solicité al concejo deliberante, al intendente que lo pasó al concejo. El doctor Jonas, como yo era becada, fui a ofrecer mis servicios al hospital, y trabajé unos años gratuitamente en el hospital, devolviéndole lo que había hecho cuando me becaron, era poco, pero me sacó de apuro. El doctor Jonas era jefe de la sala de maternidad del hospital municipal, y la tía de él, era la seora de Larribité, el esposo de la señora era escribano, fue comisionado, no intendente, a mi me recomendó el doctor Jonas que era sobrino. Ella dije ¿Y esa chiquilina me va a atender? y bueno mandamela, yo era mas flaca que ahora. Si, esa chiquilina la va a atender. me conocía del hospital nada más, eran pocas las parteras, Josefa Basualdo que era mi compañera, la de Valenti, entonces la atendí. la primera esa, He traído, por orden no voy a poder, he traido a los Julio a todos, de los médicos, Iriarte, Cirone, Ruiz, cardiólogo; a los Vila; a los Perramón. a los Geddes, y a todas las compañeras del colegio nomral, a la señora de Ferrandez que era CArmona, a Hilda, a nora Geddes, a los Lejarraga, la de Poverene, alos Esandi, también, intendente, 



De partera trabaje del 20, estamos en el 92, hasta el 85, casi nada.

Yo no me acuerdo lo que era dormir una noche entera. Ahora duermo dos o tres horas y si quiero dormir a veces no alcanzo, tengo que tomar alguna pastillita".


Edición de video: Alberto Freinquel, 2024.
Entrevistas: Marcelina de Las Heras (1897-1996).
En 1992, la profesora Emma Vila (en aquel entonces directora del Museo y Archivo Histórico de Bahía Blanca) entrevistó a Marcelina de Las Heras, quien ejerció su profesión de partera en la ciudad entre 1920 y 1985.
Y ahora, al escucharla más de treinta años después, no solamente nos interesan su historia en particular o los apellidos -conocidos- de algunos de los miles de niños que ayudó a nacer.
Nos lleva, además, a revisar las guías de principio de siglo y encontrarnos con los nombres y las direcciones de muchos de los fabricantes de licores y bebidas que ya estaban en Bahía (Balbiani y Cia, Enea Pini, Maraffio y Clement, Concetti, Teodoro Pettersen, incluso Carlos Schröder, con quien luego se asocia el señor De Las Heras, y et al.); a encontrarnos con el nombre de ella y además los de muchísimas otras parteras (como Amelia Acosta, Alejandra Cortina, M. Ferreyra, Teresa de Mata, Elisa Bruno, Isabel Cazenave, Luisa Cigala, Sofía Torres, Palmira Arcuri, Juana Arocena, Moruzzi, Prozorivich, Dello Staffolo - ¡aunque el de ella, en la guia Guemes de 1932 aparece en negritas mayúscula!);
y con la ciudad de esos primeros años del siglo XX que ella alcanza a ver con sus propios ojos;
y lo extraordinario de su decisión de estudiar y trabajar en una época en que no era una posibilidad tan frecuente para las mujeres.
Para ver más allá de la vivencia individual, nos pueden servir las entrevistas, para percibir lo singular de una experiencia, es decir, aquello que es intransferible, en los gestos, en las inflexiones de la voz y en aquello que la memoria selecciona y realza (u omite). Y para ponerle nombre y apellido, y voz, y y el brillo de una mirada y una sonrisa a la historia de nuestra ciudad.
El padre de Marcelina, Guillermo de Las Heras, ya aparecen en la Guía Comercial Ducós en 1913 con su fábrica de licores en Angel Brunel 336.



El sanatorio Central, en Moreno 230



jueves, 11 de abril de 2024

LA FUNDACIÓN (Texto de Luciano Campetella)



Esto escribió hoy Luciano Campetella:

Hoy es el aniversario de Bahía Blanca, la ciudad en la que vivo, la ciudad en la que estudié y estudio, la ciudad en la que trabajé y trabajo, la ciudad que interrogo y la ciudad que amo. Elijo esta foto actual porque ese punto de avistaje, parece, es, más o menos, el que adoptó el ingeniero Parchappe que integró la "comitiva fundacional" y es también el punto de contemplación que se actualizó a finales de la década de 1960, cuando los edificios en altura marcaban el pulso de la ciudad como "polo de desarrollo". Bahía Blanca, por cierto, tuvo momentos de gran crecimiento económico, jalonados por ingentes inversiones y construcción de infraestructura, como los años posteriores a la llegada del ferrocarril en 1884 y los años posteriores a 1989, cuando el proceso de desregulación y privatizaciones se tradujo en fuertes inversiones radicadas en su espacio productivo. A pesar de la inestabilidad macroeconómica imperante, hoy el desafío se actualiza nuevamente: trazar un sendero de desarrollo económico y social que contemple a la vez nuestros recursos y nuestros deseos de bienestar. Una ciudad es la historia de una persistencia, un ciclo variable de expectativas que se actualizan constantemente porque en ellas se juega algo tan preciado como la propia identidad.

La fundación de Bahía Blanca

 Como parte de los festejos por el 196° aniversario de la fundación de Bahía Blanca, fuimos invitados a participar del acto oficial llevado a cabo en el Teatro Municipal. He aquí el texto escrito por Ana Miravalles.

"Panorama" pintado por Augusto Ferrari en 1928

 

La fundación

Ana Miravalles


Como una isla en el confín 

entre el océano y (lo que en aquellos tiempos se consideraba) el desierto: 

así surgió Bahía Blanca.

Todos tenemos presente una fecha, el 11 de abril de 1828; una imagen, el perfil del fuerte con forma de estrella; unos nombres, Huecufú Mapu, la “tierra del diablo”, la Fortaleza Protectora Argentina; y el nombre (e incluso un retrato) del fundador, Ramón Estomba.

A veces se habla de la fundación de la ciudad como hubiera sido la iniciativa y la proeza de un único (gran) hombre, como si ese origen (haber sido un fuerte militar, un puerto con una posición privilegiada), fuera la causa de su carácter y hubiera prefijado para ella un “destino”, dependiendo de quién lo cuente, un destino de progreso indefinido, o de frustración de algunos de sus sueños de grandeza.

Sin embargo, tal vez convenga recordar que el jefe de la expedición fundadora, encargada y financiada por el gobierno nacional, precisamente el coronel Estomba fue, casi el último en llegar. 15 días antes, el 21 de marzo, había llegado, por tierra, el ingeniero - agrimensor Narciso Parchappe (cuyo diario forma parte del Viaje a América del Sud de Alcide D’Orbigny), junto a veinticinco coraceros a cargo el teniente Morel, el cacique Venancio con treinta indios, diez mujeres, un baqueano, otros seis hombres, y dos habitantes de Patagones con tres criados (79 personas mínimo). Parchappe, por tierra; y por mar, el marino y comerciante inglés Enrique (Henry) Jones (contratado también él por gobierno), con un capitán y seis marineros franceses, a bordo de la sumaca “Luisa”, la nave, un velero, cargada con todos los materiales para la construcción del futuro poblado: 366 palmas, 253 tacuaras, 25 puertas, 8 ventanas, 3 cañones, 2 hojas de portón, 1 guarda pólvora, 105 tablas, 21 tirantes, 4 palos de marco de portón, 25 llaves de puertas, 220 bolas de cañón, y varias cosas más.

En cuanto llega, Parchappe instala su campamento a orillas del Napostá (¿habrá oído cantar a las ranas?), y durante esos días a fines de marzo recorre a caballo, con varios de sus hombres todo el terreno circundante: llano, firme, y apto para la agricultura, cuenta en su diario, y “encantado” (enchanté, escribe él en francés), decide que ese va a ser el lugar para el fuerte y el poblado. En la bahía, a orillas del mar, en la desembocadura del Napostá, instalan “balizas”, unos estacones para señalar el camino hacia la costa, y unas explanadas de madera apiladas, sobre el fondo de barro y limo para poder desembarcar los materiales cargados en el velero.

Recién el 9 de abril, llega Estomba con la primera división de carretas y la caballería. Ese mismo día, en su tienda de campaña, se firma el acta de “fundación”: los firmantes aceptan el lugar propuesto por Parchappe y más aún, pronostican que gracias a su “buen puerto, un río de excelente agua, y la mejor tierra vegetal, pastos abundantes, combustibles por muchos siglos, está llamado para ser algún día uno de los establecimientos de más interés para la Provincia de Buenos Aires”.

El 11 de abril llega el resto de la expedición e instalan el campamento general. Fue ese mismo día que hincaron a fondo la pala en la tierra, y dieron comienzo a los trabajos de construcción, no solamente del fuerte (entre Estomba-Chiclana, O’Higgins, Brown-Vieytes y Moreno) sino también del poblado diseñado por Parchappe: 9 manzanas, entre las actuales calles Moreno, Vieytes, Castelli y Roca. Alrededor del fuerte, las viviendas de los oficiales y los expedicionarios, y el campamento de los prisioneros portugueses. Sobre la actual calle Moreno (frente al paredón de 4 metros de la fortaleza), una fila de ranchos para las mujeres de los soldados, y sobre calle Vieytes, las primeras pulperías.

Una versión de la imagen con la que habitualmente se ilustraban las glosas referidas a la fundación de Bahía Blanca fue plasmada por el pintor italiano Augusto Ferrari. En 1928, para el centenario, la municipalidad le encargó que pinte un “panorama”: una tela de 11 m de altura y 65 m de largo, montado sobre una estructura circular de madera de 20 m de diámetro. Estuvo dos años expuesto al público, en la esquina de Colón y Vicente López, y luego en el Parque Independencia, por más de treinta años hasta fines de la década del 60, cuando fue retirado para su restauración, pero se perdió para siempre.

¿Qué se veía en ese panorama? De un lado, la Fortaleza, carpas, carretas, ranchos, un mangrullo, soldados y frente al fortín, arrodillados ante una imagen de la Virgen de la Merced, una mujer y un indígena rezando. Había también una escena que representaba “malón” repelido por Estomba enarbolando su espada en la batalla; y heridos y fuego en el horizonte. Del otro lado, niños jugando en el arroyo Napostá, caballos, vacas, y la calle que conduce al puerto, es decir, escenas que graficaban el triunfo de la “civilización” sobre la “barbarie”.  

Pero ya sabemos que el retrato de Estomba es falso; que las instalaciones del fuerte eran precarias e inadecuadas, que las que cumplieron la función defensiva del fuerte fueron en realidad las casas de azotea (particulares) en el campo, a orillas del Napostá; y que esa “civilización” triunfante se ha vuelto, a la vez, un testimonio de la barbarie.

Tal vez algunos de ustedes recuerden del poema de Borges, “La fundación mítica de Buenos Aires” estos versos:

Los hombres compartieron un pasado ilusorio.

Sólo les faltó una cosa: la vereda de enfrente.

A aquel mito fundacional le faltó, justamente la vereda de enfrente: le faltó historia, tanto de las relaciones de comercio, intercambio y convivencia entre los aborígenes y los “recién llegados” como de los devastadores efectos de la avanzada militar en la vida y la cultura de esos pueblos; le faltó el relato de los prosaicos topógrafos que, a paso de tortuga, arrastrando una cadena en la llanura pelada (como decía Carlos Pellegrini, el ingeniero en 1859), se dedicaron a medir, dividir, y delimitar con mojones las tierras asignadas a sus “nuevos” propietarios: estancias, chacras, quintas, solares, para el cultivo de trigo y hortalizas, la instalación de molinos de harina, y la plantación de arboledas y viñedos (con el que se hacía el famoso vino chocolí).

Aquel mito parece haber determinado un “destino” y una “identidad” para Bahía Blanca,  pero quién sabe si ese determinismo (ser una ciudad militar, una ciudad cerrada, a la defensiva, o, por el contrario, una ciudad que “a infinita grandeza se orienta”) no es también un mito. Y frente al mito, la historia, con sus circunstancias singulares, con sus entramados de intereses económicos y políticos siempre en pugna. Pero la historia permite comprender que existen también la voluntad, la iniciativa, y sobre todo la posibilidad de concebir otros futuros posibles y de tomar las decisiones necesarias para hacerlos realidad.

Decíamos antes que Parchappe, según cuenta en su propio diario, varios días antes del 11 de abril, cuando se aboca a reconocer el terreno, sube a la loma (a la altura del cementerio o del shopping, tal vez), mira, y concibe en su imaginación esta ciudad. Desde esa altura contempla el océano, y la llanura cubierta de plantas y arbustos marinos, y la amplia meseta, rodeada por el Napostá (el terreno elegido); y ve la bahía en toda su amplitud, con sus inmensos espacios desnudos, blanquecinos, con sus florescencias salinas que brillan al sol, y las velas blancas de la embarcación que espera.

Él contempla el océano, desde la loma. ¿Y nosotros? Nosotros, que hacemos la historia, pero tal vez no quedemos registrados en ella, pongámonos por un momento, con la imaginación, en una de las posibles veredas de enfrente, miremos a través los ojos de aquellos desconocidos que llegaron a esta bahía por mar.

¿Nosotros?
Tal vez lleguemos
a esa ciudad que no es todavía
con sus zanjones, sus ranchos,
sus pozos de agua salobre, tal vez,
con la marea baja los alcancemos,
los estacones, hincados a fondo
en el barro
en la embocadura del río.

Tal vez, porque el peligro
no son ni el oleaje en el mar ni las tormentas
ni el viento furioso sino perderse
para siempre entre los riachos
y acabar hundidos en la arena
finísima del cangrejal.
Tal vez lleguemos y nos encontremos
en aquel barrial donde, por ahora,
solamente las ranas
cantan.

Ahí va a caballo el científico ingeniero Pellegrini
a visitar junto al arroyo
lo que queda de aquel primer molino:
la rueda, el engranaje de madera,
las toscas del dique por el campo,
las zanjas llenas de tierra.

Pero antes de llegar
se desnuda y se da un baño
a la sombra de su bosque.




Un bosque le dicen, una selva,
todo lo selváticos que, desde ya,
pueden llegar a volverse en estos pagos,
a la vera de un escueto laberinto de acequias,
acacias, álamos y sauces
y también perales, guindos y durazneros
membrillos, higueras, y manzanos,
y un poco más allá las vides
para ese vino burbujeante, bueno,
todo lo burbujeante que, desde ya
puede llegar a resultar el mosto fermentado
de la uva moscatel de mesa,
asentado unos días en un tonel, colado,
embotellado y comprado
a veinte pesos
en la quinta del cura.

Todo lo demás,
    la plaza cubierta de huesos y cenizas
    el barro reseco de los charcos y de los frentes de adobe,
    el cuero de los toldos,
    las calles batidas por el trote monótono de la patrulla,
    la tierna carne de las yeguas recién faenadas
    pudriéndose al sol entre las moscas,


todo eso, pelado
como la palma de una mano,
y en silencio.



Pero no:
ese vino chacolí es intomable,
el trigo casi no prospera,
menos que menos el que fabrica harina:
muy cara, muy rústica, mejor
dejar las quintas más alejadas del centro
como potreros para la hacienda,
o para nada.

Todos quieren tierra
pero ahora
que cada vez van siendo más,
tierra, así, suplicada y de regalo
para todos
ya no hay.

Ahí va Pedro Pico, al sol,
solo y pensativo la tierra desierta,
con sus cordeles,
con su teodolito y su brújula,
midiendo

los señores propietarios
de las quintas y chacras linderas
ni fueron

te la regalo
en pleno enero
colocando mojones por ahí.

---

 

Mil
por cada mojón de Pico
y después cien, y después mil más,
y después mil más por cada uno de los que se perdieron
entre los socavones, las cuevas de las vizcachas
y por los que se deshicieron carcomidos
por el salitre y el barro y el agua de la marea
y por todos los que podrían haber sido clavados
en el desierto, más allá,

pero no.

Estamos perdidos
en este barrio extraño.
Es que las calles ya tienen nombre
pero ni siquiera están abiertas todavía.


Los que sí están muy atentos son los dueños
de los lotes que están
a punto de rematar
con banderas, bombas de estruendo
sombreros de copa
y tazas de té o copitas de licor.

Y de pronto la lluvia, un aguacero:
el río colmado, avanza, arrasa, embate
haciendo estallar el afirmado
y el puente que vuela por los aires

como salva de cañón en fiesta patria,
el barro de la pampa embadurnando
el parque, el bulevar, el teatro y la avenida,
la brújula, los planos, nuestros pasos

en esta ciudad que no es todavía.
Estremecidas las ranas se callaron
por un segundo solamente, ocultas

entre las flores de trébol y los yuyos,
conmovidas, las luces y las sombras
a través de las ramas de los sauces.


Estos textos están basados en las siguientes fuentes (ordenadas cronológicamente)

PARCHAPPE, Narciso, "Capítulo XVI: Viaje a Bahía Blanca", 1828. La crónica de Parchappe, escrita durante la campaña con Estomba, fue incorporada por Alcide D'ORBIGNY, a su monumental obra Viaje a la America Meridional, tomo 1, publicada en 1834, tal como él mismo aclara en ese mismo libro tres capítulos antes.

PELLEGRINI, Carlos, "Informe de la comisión exploradora de Bahía Blanca 1859", en Revista del Plata, noviembre de 1860 - abril de 1861. [Transcripción. El original y los archivos digitalizados en pdf están en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno]

REAL DE AZUA, Ezequiel, CARONTI, Felipe, LASPIUR, Sixto, El partido de Bahía Blanca. Informe a la Comisión de la Exposición Nacional de Córdoba, Bs. As., 1869. [Transcripción. El original se encuentra en la Biblioteca Rivadavia]

LUGONES, Benigno, "La vida en Bahía Blanca" y "Cuestiones agrícolas", La Nación, 1883. Publicado en Crónicas, folletines y otros escritos, Biblioteca Nacional, Bs. As. 2011

BANCHS, Enrique, "Bahía Blanca", en Ciudades argentinas, publicado en la revista El monitor de la educación común, 1910. [Este texto fue reeditado por la editorial 17 grises, de Bahía Blanca en 2010].


(En formato pdf, aquí)

viernes, 5 de abril de 2024

1828 Los que llegaron antes (Narciso Parchappe, Henry Jones, Domingo Laborde et al...)

Fragmentos del texto de Narciso Parchappe, que forma parte del libro Viaje en America Meridional del naturalista Alcide D'Orbigny (el texto completo se puede leer aquí)

 "El coronel Estomba me previno que debía partir el 12 de marzo, acompañado de una escolta de treinta hombres y del cacique Venancio con los suyos, para hacer un reconocimiento preliminar de Bahía Blanca, a fin de resolver hacia que punto se dirigiría la expedición y elegir, por adelantado, el sitio donde debía comenzar a formarse la colonia."

"Me puse en marcha con una escolta compuesta de veinticinco coraceros, que mandaba el teniente coronel Morel; nuestra tropa aumentó al incorporarse treinta indios, con su cacique, diez mujeres, un baqueano o guía acompañados de seis hombres y dos habitantes de Patagones o el Carmen, con tres criados."

(relata las vicisitudes del trayecto)

21 de marzo. 

La marcha se hizo cada vez más difícil y nuestros pobres caballos, hundiéndose hasta media pata, estaban a punto de negarse a servir, cuando alcanzamos unas alturas o dunas, desde donde vimos el mar. 

Al placer de alcanzarlo sin accidente, se unía el de contemplar el océano, que no veía desde hacía varios años y cuya superficie azulada contrastaba con el aspecto amarillento y triste de las llanuras que recorría desde tanto tiempo atrás. El baqueano, que tomó la delantera, me previno que había visto una embarcación de dos mástiles anclada en la bahía; no podía ser otra que la enviada desde Buenos Aires con los materiales para las construcciones que debían ejecutarse en el nuevo establecimiento."

Luego, descendimos por las colinas que bordean la ensenada de la Bahía Blanca, en una extensa llanura entre su pie y la orilla, y llegamos al borde de un riacho, que más tarde supimos que era el Napostá de los indios o el Sauce Chico de los españoles."

Al día siguiente monté a caballo, acompañado del jefe del establecimiento; y bordeando las dunas que rodeaban la bahía, me dirigí al E.S.E., para buscar el navío visto la víspera. A nuestra derecha veíamos inmensos terrenos llanos, cubiertos de plantas y arbustos marinos, en medio de los cuales se distinguían grandes espacios desnudos, blanquecinos, cargados superficialmente de florescencias salinas, que brillaban al sol; todo se inunda en la época de las grandes mareas. Trepé, en dos diferentes ocasiones, la cima de las dunas, para dirigir mi lente hacia la bahía, donde no vi más que el mar, porque la marca era muy baja y abandonaba entonces todo el suelo raso que constituye el fondo. Llegamos, finalmente, a una punta elevada, donde descubrimos la bahía en toda su anchura y la embarcación anclada alrededor de media legua más lejos. Galopamos sobre una playa de arena, sembrada de conchillas; pasamos sobre un banco de roca, rodeado de grandes acumulaciones de cantos rodados de todos los colores, y llegamos a orillas de un arroyo en el cual la marca baja había hecho encallar el navío. Encontramos a bordo al señor Enrique Jones, su propietario, y al piloto Laborde, con seis marineros franceses, que formaban la tripulación de una ballenera destinada a la bahía"

"Como sólo había en la vecindad dunas, guadales y ningún lugar apropiado para la colonia, decidí, a pesar del buen puerto, que la embarcación esperara la elección de un sitio más conveniente, a fin de anclar; y decidí permanecer a bordo para ir a reconocer, con la ballenera, la boca del río en que estábamos acampados. Por la mañana, había enviado al baqueano en dirección opuesta, con la misión de examinar el terreno. Fue hasta Vaca Loncoy o Cabeza del Buey, duna elevada, que estaba frente a nosotros del lado sur, y halló impracticable toda la hondonada que rodea la bahía, sobre todo en la orilla opuesta, donde sólo se encuentran cangreja1es; mientras que el suelo sobre el cual nos detuvimos ofrecía, en una extensión bastante grande, buenos pastos y una meseta muy llana y vasta, apropiada para sede del villorrio"

24 de marzo

El viento seguía soplando con violencia y se oponía a mi proyecto de reconocimiento por agua; el baqueano me trajo un caballo ensillado, que aproveché para regresar al campamento por tierra, dando orden al piloto de embarcarse en la ballenera a fin de ir a la entrada del Napostá. Mientras andaba, vi desde lo alto de las dunas las velas blancas de la embarcación, que cinglaba hacia el fondo de la bahía; tomé el galope para adelantarla y llegué al campamento media hora antes de la caída del sol. Una vez que puse pie en tierra, hice subir un hombre al techo de la carreta, para que pudiera seguir la marcha de la ballenera que avanzaba bajo vela, y parecía acercarse a la desembocadura: envié otro hombre a la costa para que hiciera señales; pero llegó la noche y mi mensajero reapareció en el campamento sin haber visto nada.

En vista de las circunstancias, el 25 monté a caballo muy de mañana y me dirigí a la boca, acompañado del oficial y el baqueano. La marea de la víspera había invadido todas esas lomas blancas, cubiertas de 25 de marzo eflorescencias salinas y cuyo brillo me impresionó al llegar; pero vi claramente que podían desembarcarse sin dificultad todos los objetos no susceptibles de alterarse por la humedad, y que resultaría fácil levantar un terraplén apropiado para servir de batería y de lugar de descarga de los barcos.

No hallando ningún rastro de la ballenera, hice encender fuego y plantar una bandera, esperando que esas señales fueran vistas por la tripulación, y fui, con el baqueano, a reconocer la colina de que he hablado.

Los informes que el baqueano me dio sobre la colina eran exactos: presenta una vasta meseta, bordeada, al norte y al este, por el Napostá: el terreno es llano, firme y apto para la agricultura. Es el único de los alrededores que reúne tales ventajas. Estuve encantado de la ubicación, y luego de haberla reconocido bien, resolví finalmente que fuera el asiento del fuerte. 

Impaciente de llevar socorros a los pobres marineros de la ballenera, monté a caballo muy temprano y me dirigí hacia el fondo de la bahía, a través de la llanura comprendida entre las salinas y las dunas, hondonada que ofrece bastante buenos pastos. Después de haber andado alrededor de cuatro leguas, entré en las playas saladas que la marea cubrió la víspera, lo que hacía difícil al extremo el trayecto; también encontramos muchas hendiduras cavadas por esos diversos brazos; dos de entre ellas bastante anchas y profundas como para dar entrada a los navíos; pero sus orillas no ofrecían ningún punto apropiado para desembarcar. Todos los terrenos de los alrededores son limosos, y en la misma orilla sólo presentan un limo más muelle y lleno de huecos de cangrejos, lo que hace que los habitantes los llamen cangrejales, porque apenas los caballos ponen allí las patas, caen y se hunden hasta el vientre; algunas veces resulta imposible retirarlos y allí perecen. El jinete no tiene, en esos casos, otro remedio que arrojarse a un costado, y si ve que el suelo no puede sostenerlo de pie, se retira arrastrándose de vientre".

(...)

29 de marzo

"Nos despertamos con la llegada de varios indios del cacique Tetruel, que venían a informamos que su jefe iba al encuentro del coronel Estomba y que probablemente el convoy debía hallarse de este lado del 29 de marzo Arroyo Salado."

(Comienzan a desembarcar los materiales de construcción. El 1 de abril llega el Mayor Valle; varios grupos de indígenas se acercan y acampan en las cercanías, ya que tienen varios cautivos.

9 de abril, 

Habiéndome enterado por un mensaje del coronel Estomba, escrito la víspera en los Manantiales de Napostá, que debía llegar en el día con la primera división de carretas y caballería de la expedición, monté a caballo para ir a su encuentro, y habiéndolo hallado a corta distancia, llegamos al campamento a las diez. Después de algunos instantes de reposo el coronel quiso recorrer los alrededores. Le hice ver todas las ventajas de la ubicación que elegí para el establecimiento, tanto a causa de la hermosa colina donde debía construirse el fuerte, como de la proximidad de un buen puerto. Estuvo encantado de todo lo que yo había hecho y aprobó mis planes. 

Dos días más tarde llegó el resto del convoy con la infantería; el campamento general fue instalado junto a la altura de mi elección. Comencé el trazado del fuerte e hice sucesivamente el del villorrio, los cuarteles, etc. Se pusieron a cavar los fosos y consagré todo mi tiempo a la dirección de los trabajos."


Plano topográfico de la Fortaleza Protectora Argentina en Bahía Blanca, 1828. Mapoteca I-12. Archivo General de la Nación

Referencias:
a. Plaza de Armas de la Fortaleza
b. Corral de ganado
c. Corral de la Caballerìa
d. Plaza de la Población
e. La Comisaría
f. Rancheria de las Chinas
g. Campamento de los Portugueses
h. Quinta del Estado
i. Arroyo Napostá
j. Perfil de la Fortaleza

El relato del ingeniero Narciso Parchappe, integrante de la expedición de Estomba 

"La noticia de nuestra llegada a esos alrededores se difundió pronto entre las tribus errantes de las inmediaciones; por eso vimos acampar a muchas de ellas sucesivamente arriba y abajo de nosotros, a orillas del Napostá. Esos indios poseían varios niños y mujeres de raza blanca, cautivos provenientes de invasiones anteriores al territorio de los cristianos y en las cuales sólo matan a los varones adultos. Intentamos rescatar esos prisioneros al precio de algunas yeguas, moneda empleada de ordinario en esa clase de intercambios; pero la cosa no fue sin dificultad y, lo que es más notable, la oposición provenía de las mismas cautivas, muy apegadas a su amos indios. (...) Habiéndome enterado por un mensaje del coronel Estomba, escrito la víspera en los Manantiales de Napostá, que debía llegar en el día con la primera división de carretas y caballería de la expedición, monté a caballo para ir a su encuentro, y habiéndolo hallado a corta distancia, llegamos al campamento a las diez. 

9 de abril 

Después de algunos instantes de reposo, el coronel quiso recorrer los alrededores. Le hice ver todas las ventajas de la ubicación que elegí para el establecimiento, tanto a causa de la hermosa colina donde debía construirse el fuerte, como de la proximidad de un buen puerto. Estuvo encantado de todo lo que yo había hecho y aprobó mis planes. Dos días más tarde llegó el resto del convoy con la infantería; el campamento general fue instalado junto a la altura de mi elección. Comencé el trazado del fuerte e hice sucesivamente el del villorrio, los cuarteles, etc. Se pusieron a cavar los fosos y consagré todo mi tiempo a la dirección de los trabajos."


(el texto completo del capítulo "Viaje a Bahía Blanca" fue incluido por el naturalista Alcide D'Orbigny en su obra Viaje a la America Meridional y se puede leer completo cliqueando aquí).

1828 Acta de fundación de Bahía Blanca


Acta de fundación de Bahía Blanca

"En la Fortaleza Protectora Argentina, el nueve de abril de mil ochocientos veintiocho, reunidos en la tienda del Coronel Ramón Estomba, Jefe de la Expedición a Bahía Blanca, el Teniente Coronel Andrés Morel, los Sargentos Mayores Narciso del Valle y Juan Elías, el Capitán Martiniano Rodríguez, el ingeniero agrimensor Narciso Parchappe y los vecinos pobladores Nicolás Pires, Pablo Acosta y Polidoro Coulin, para tomarles su parecer sobre el lugar en que debe situarse la Fortaleza y Población, convinieron de opinión unánime que la posición elegida por el ingeniero Parchappe y aprobada por el referido Coronel es la mejor que puede presentar la campaña en la parte d ela costa, por la inmediación de un buen puerto y la reunión de un río de excelente agua; pastos abundantes; combustibles para muchos siglos y la mejor tierra  vegetal, por cuya reunión de circunstancias está llamado a ser algún día uno de los establecimientos de más interes para la Provincia de Buenos Aires".

Ramón Estomba, Andrés Morel, Narciso del Valle, Juan de Elías, Nicolás Pires, Polidoro Coulin, Narciso Parchappe, Martiniano Rodríguez y Pablo Acosta.

miércoles, 3 de abril de 2024

1923 Bolsas de arpillera en el antiguo cuartel de calle Saavedra



 Antiguo cuartel de la calle Saavedra: las reparaciones se iniciaran brevemente

Confirmando la información que dimos ayer acerca de la firme resolución del señor Ministro de Guerra de hacer reparar perentoriamente los locales destinados a alojar a las fuerzas nacionales que serán destacadas en Bahía Blanca anticipábamos la noticia que ayer recibió orden telegráfica el agrónomo regional señor Unanue de desocupar el antiguo cuartel de la calle Saavedra.

Como es sabido, este local está ocupado en parte con 500.000 bolsas y 1.900 fardos de hilo sisal que el gobierno no pudo liquidar en tiempo por la baja de los precios razón por la cual se vio obligado por falta de una ley que autorice la venta a precio de plaza a almacenarlas con grave perjuicio de su conservación. 

Los fardos de bolsas e hilo sisal serán sacados esta semana de aquel local, que debe quedar desocupado perentoriamente y trasladados a la antigua barraca San Juan, propiedad del señor Ramon Tristany quien ha ofrecido gratuitamente dicho local para facilitar el trámite del pronto arreglo del cuartel y traslado de las fuerzas nacionales a Bahía Blanca. 

Los trabajos preliminares de arreglo de los locales destinados a cuartel de las tropas han empezado, de manera que pronto será una realidad el restablecimiento de la guarnición en Bahía Blanca." LNP 12 de septiembre de 1923.

martes, 2 de abril de 2024

1922 Edificio del "hotel de Inmigrantes" de Bahía Blanca


 Publicado en La Nueva, el 23 de junio de 2024-



En este articulo de Minervino hay datos que en algun momento nos pueden resultar útiles:

Hace 91 años, en junio de 1933 (momento en que el ejército dejo de utilizarlo, el edificio fue habilitado para servir como albergue a personas sin viviendas.

El intendente municipal, Agustín de Arrieta, solicitó a las autoridades militares autorización para utilizarlo como albergue de los “numerosos necesitados que ambulaban por la ciudad”. La idea era además ocupar a esos residentes en tareas de mantenimiento de las instalaciones. A mediados de junio De Arrieta tuvo el visto bueno y el lugar fue adecuado para quienes carecían de un lugar donde descansar. El Regimiento V proveyó camas, había soldados de guardia y el municipio aportó leña para la calefacción y desayuno para los alojados.

Ese uso duró un par de años, hasta que el ejército volvió a solicitar sus instalaciones para alojar la Sexta División militar. Previo a ello, en 1936, el constructor Avelino Taverna llevó adelante una completa transformación interior, sumando galerías, caballerizas e instalaciones, ocupando unos 70 obreros entre albañiles, cloaquistas, pintores y plomeros