viernes, 5 de abril de 2024

1828 Los que llegaron antes (Narciso Parchappe, Henry Jones, Domingo Laborde et al...)

Fragmentos del texto de Narciso Parchappe, que forma parte del libro Viaje en America Meridional del naturalista Alcide D'Orbigny (el texto completo se puede leer aquí)

 "El coronel Estomba me previno que debía partir el 12 de marzo, acompañado de una escolta de treinta hombres y del cacique Venancio con los suyos, para hacer un reconocimiento preliminar de Bahía Blanca, a fin de resolver hacia que punto se dirigiría la expedición y elegir, por adelantado, el sitio donde debía comenzar a formarse la colonia."

"Me puse en marcha con una escolta compuesta de veinticinco coraceros, que mandaba el teniente coronel Morel; nuestra tropa aumentó al incorporarse treinta indios, con su cacique, diez mujeres, un baqueano o guía acompañados de seis hombres y dos habitantes de Patagones o el Carmen, con tres criados."

(relata las vicisitudes del trayecto)

21 de marzo. 

La marcha se hizo cada vez más difícil y nuestros pobres caballos, hundiéndose hasta media pata, estaban a punto de negarse a servir, cuando alcanzamos unas alturas o dunas, desde donde vimos el mar. 

Al placer de alcanzarlo sin accidente, se unía el de contemplar el océano, que no veía desde hacía varios años y cuya superficie azulada contrastaba con el aspecto amarillento y triste de las llanuras que recorría desde tanto tiempo atrás. El baqueano, que tomó la delantera, me previno que había visto una embarcación de dos mástiles anclada en la bahía; no podía ser otra que la enviada desde Buenos Aires con los materiales para las construcciones que debían ejecutarse en el nuevo establecimiento."

Luego, descendimos por las colinas que bordean la ensenada de la Bahía Blanca, en una extensa llanura entre su pie y la orilla, y llegamos al borde de un riacho, que más tarde supimos que era el Napostá de los indios o el Sauce Chico de los españoles."

Al día siguiente monté a caballo, acompañado del jefe del establecimiento; y bordeando las dunas que rodeaban la bahía, me dirigí al E.S.E., para buscar el navío visto la víspera. A nuestra derecha veíamos inmensos terrenos llanos, cubiertos de plantas y arbustos marinos, en medio de los cuales se distinguían grandes espacios desnudos, blanquecinos, cargados superficialmente de florescencias salinas, que brillaban al sol; todo se inunda en la época de las grandes mareas. Trepé, en dos diferentes ocasiones, la cima de las dunas, para dirigir mi lente hacia la bahía, donde no vi más que el mar, porque la marca era muy baja y abandonaba entonces todo el suelo raso que constituye el fondo. Llegamos, finalmente, a una punta elevada, donde descubrimos la bahía en toda su anchura y la embarcación anclada alrededor de media legua más lejos. Galopamos sobre una playa de arena, sembrada de conchillas; pasamos sobre un banco de roca, rodeado de grandes acumulaciones de cantos rodados de todos los colores, y llegamos a orillas de un arroyo en el cual la marca baja había hecho encallar el navío. Encontramos a bordo al señor Enrique Jones, su propietario, y al piloto Laborde, con seis marineros franceses, que formaban la tripulación de una ballenera destinada a la bahía"

"Como sólo había en la vecindad dunas, guadales y ningún lugar apropiado para la colonia, decidí, a pesar del buen puerto, que la embarcación esperara la elección de un sitio más conveniente, a fin de anclar; y decidí permanecer a bordo para ir a reconocer, con la ballenera, la boca del río en que estábamos acampados. Por la mañana, había enviado al baqueano en dirección opuesta, con la misión de examinar el terreno. Fue hasta Vaca Loncoy o Cabeza del Buey, duna elevada, que estaba frente a nosotros del lado sur, y halló impracticable toda la hondonada que rodea la bahía, sobre todo en la orilla opuesta, donde sólo se encuentran cangreja1es; mientras que el suelo sobre el cual nos detuvimos ofrecía, en una extensión bastante grande, buenos pastos y una meseta muy llana y vasta, apropiada para sede del villorrio"

24 de marzo

El viento seguía soplando con violencia y se oponía a mi proyecto de reconocimiento por agua; el baqueano me trajo un caballo ensillado, que aproveché para regresar al campamento por tierra, dando orden al piloto de embarcarse en la ballenera a fin de ir a la entrada del Napostá. Mientras andaba, vi desde lo alto de las dunas las velas blancas de la embarcación, que cinglaba hacia el fondo de la bahía; tomé el galope para adelantarla y llegué al campamento media hora antes de la caída del sol. Una vez que puse pie en tierra, hice subir un hombre al techo de la carreta, para que pudiera seguir la marcha de la ballenera que avanzaba bajo vela, y parecía acercarse a la desembocadura: envié otro hombre a la costa para que hiciera señales; pero llegó la noche y mi mensajero reapareció en el campamento sin haber visto nada.

En vista de las circunstancias, el 25 monté a caballo muy de mañana y me dirigí a la boca, acompañado del oficial y el baqueano. La marea de la víspera había invadido todas esas lomas blancas, cubiertas de 25 de marzo eflorescencias salinas y cuyo brillo me impresionó al llegar; pero vi claramente que podían desembarcarse sin dificultad todos los objetos no susceptibles de alterarse por la humedad, y que resultaría fácil levantar un terraplén apropiado para servir de batería y de lugar de descarga de los barcos.

No hallando ningún rastro de la ballenera, hice encender fuego y plantar una bandera, esperando que esas señales fueran vistas por la tripulación, y fui, con el baqueano, a reconocer la colina de que he hablado.

Los informes que el baqueano me dio sobre la colina eran exactos: presenta una vasta meseta, bordeada, al norte y al este, por el Napostá: el terreno es llano, firme y apto para la agricultura. Es el único de los alrededores que reúne tales ventajas. Estuve encantado de la ubicación, y luego de haberla reconocido bien, resolví finalmente que fuera el asiento del fuerte. 

Impaciente de llevar socorros a los pobres marineros de la ballenera, monté a caballo muy temprano y me dirigí hacia el fondo de la bahía, a través de la llanura comprendida entre las salinas y las dunas, hondonada que ofrece bastante buenos pastos. Después de haber andado alrededor de cuatro leguas, entré en las playas saladas que la marea cubrió la víspera, lo que hacía difícil al extremo el trayecto; también encontramos muchas hendiduras cavadas por esos diversos brazos; dos de entre ellas bastante anchas y profundas como para dar entrada a los navíos; pero sus orillas no ofrecían ningún punto apropiado para desembarcar. Todos los terrenos de los alrededores son limosos, y en la misma orilla sólo presentan un limo más muelle y lleno de huecos de cangrejos, lo que hace que los habitantes los llamen cangrejales, porque apenas los caballos ponen allí las patas, caen y se hunden hasta el vientre; algunas veces resulta imposible retirarlos y allí perecen. El jinete no tiene, en esos casos, otro remedio que arrojarse a un costado, y si ve que el suelo no puede sostenerlo de pie, se retira arrastrándose de vientre".

(...)

29 de marzo

"Nos despertamos con la llegada de varios indios del cacique Tetruel, que venían a informamos que su jefe iba al encuentro del coronel Estomba y que probablemente el convoy debía hallarse de este lado del 29 de marzo Arroyo Salado."

(Comienzan a desembarcar los materiales de construcción. El 1 de abril llega el Mayor Valle; varios grupos de indígenas se acercan y acampan en las cercanías, ya que tienen varios cautivos.

9 de abril, 

Habiéndome enterado por un mensaje del coronel Estomba, escrito la víspera en los Manantiales de Napostá, que debía llegar en el día con la primera división de carretas y caballería de la expedición, monté a caballo para ir a su encuentro, y habiéndolo hallado a corta distancia, llegamos al campamento a las diez. Después de algunos instantes de reposo el coronel quiso recorrer los alrededores. Le hice ver todas las ventajas de la ubicación que elegí para el establecimiento, tanto a causa de la hermosa colina donde debía construirse el fuerte, como de la proximidad de un buen puerto. Estuvo encantado de todo lo que yo había hecho y aprobó mis planes. 

Dos días más tarde llegó el resto del convoy con la infantería; el campamento general fue instalado junto a la altura de mi elección. Comencé el trazado del fuerte e hice sucesivamente el del villorrio, los cuarteles, etc. Se pusieron a cavar los fosos y consagré todo mi tiempo a la dirección de los trabajos."

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