Desparramando inmigrantes (LNP, 26 de noviembre de 1906)
Los trenes del Sud salen de Constitución
con los coches atestados de gente de blusa y de lingera, que se van
desgranando dificultosamente en las estaciones de la campaña. Cada uno de esos
pasajeros representa para el furgón pro lo menos, un catre y un baúl. Para el
guarda y los jefes de estación representan un cliente difícil que, con solo no
saber expresarse en castellano, atrasa un tren.
Y efectivamente esto es lo que
está sucediendo y a ello se debe en mucha parte la poca observación del horario
de ferrocarriles. Es una causa que ha venido a acoparse a los choques, a los
descarrilamientos y al “fuerte viento contrario”, clises ferroviarios
muy gastados por el uso frecuente.
En cada estación, sobre todo las
que sirven alguna zona agrícola o en las terminales de ramal, descienden
docenas y docenas de inmigrantes recién llegados al país que no conocen
absolutamente ni el idioma ni la situación del lugar al cual quieren dirigirse y
naturalmente entre explicaciones del destino, desembarque de la lingera,
confusiones de boletos y de personas, los trenes prolongan su estadía en las
estaciones y queda echada a perder la regularidad del horario.
Es tal la cantidad de gente de
trabajo que se interna en la campaña del Sud, que como decimos, los empleados
de los ferrocarriles tienen que luchar para poder distribuirlos de acuerdo con
sus pasajes y para poder entregarles sus equipajes. Luego quedan en la
estación, sin saber para dónde dirigirse cuando no sucede lo que hace poco
tiempo, que unos inmigrantes consignados a Cordoba vinieron a parar a
Tornquist.
Este es uno de los muchos
defectos de organización de la Oficina Nacional de Trabajo, o sea, de la
Dirección de Inmigración, porque se la ha creado precisamente para eso, para
internar, dirigir y distribuir a los trabajadores que llegan al país. Su misión
es facilitarles la llegada al lugar donde van a aplicar sus actividades o donde
son reclamados por los interesados. No es propio que desde el muelle del puerto
o desde el Hotel de Inmigrantes los lleve al tren, les amontone en un mal coche
de segunda y los largue con un nombre apuntado en un boleto, como a la ventura.
Así se proporciona a esa gente
los primeros disgustos, se les extravía y lo que es peor se les hacer perder
tiempo con perjuicio de ellos y del trabajo agrícola e industrial.
No pretendemos que se les haga
acompañar hasta el lugar de destino, pero sí que se les provea de todas las
instrucciones necesarias para que el personal de los trenes pueda proceder
fácilmente a su distribución.
Esta falta de previsión de la
Dirección de Inmigración deja al descubierto otro defecto, otro olvido m uy criticable.
Nos referimos a la inexplicable ausencia de una subcomisaría, delegación o
subcomisión de inmigración en Bahía Blanca.
Aquí llegan más de mil
inmigrantes por mes; de aquí se reparten por la zona agrícola del Sud de Buenos
Aires, Pampa Central y Río Negro, y sin embargo no hay nadie que represente al
gobierno en este deber de protección a los brazos que vienen a ponerse al
servicio de la causa del trabajo, no hay nadie que desempeñe la tarea de
recibir, internar y colocar los inmigrantes en la región que mayor contingente
laborioso requiere.
Hora es ya de que se miren estas
cosas tan sencillas y tan eficaces con un poco más de atención.
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